1970: Terry, Carl, Billy y Andrew son niños y viven en el mismo cochambroso suburbio de Edimburgo cuando se conocen en los bancos del colegio. 1980: Ahora son adolescentes, consumidores de drogas y protagonistas de pequeños episodios de violencia metropolitana. 1990: Los amigos han crecido y, para tomarse unas vacaciones de sus respectivos «compromisos» profesionales ?Billy ha pasado del boxeo de aficionados a la carrera profesional, Carl es discjockey, Terry vive del subsidio de paro y de desvalijar algunos pisos, y Andy, de vuelta de un matri-monio fallido y fichado por la policía, está ahora a la deriva? parten para un reencuentro en la Oktoberfest de Munich. Por fin, al alba del nuevo siglo, los cuatro viejos amigos, ahora ya distanciados: Carl, DJ de éxito, se en-cuentra en alguna parte de Australia, ni él sabe exactamente dónde. Terry, antaño máquina sexual, está gordo y calvo. Billy ha colgado los guantes, ha abierto un club y se da aires de empresario. Y Andy ya no está. Se mató tirándose de un puente. Y cuando el vínculo amistoso pa-rece roto para siempre, una llamada telefónica les hace reencontrarse para un ajuste de cuentas catártico.
Irvine Welsh (Edimburgo, Escocia, 1958) creció en el corazón del barrio obrero de Muirhouse, dejó la escuela a los dieciséis años y cambió multitud de veces de trabajo antes de emigrar a Londres con el movimiento punk. A finales de los ochenta volvió a Escocia, donde trabajó para el Edinburgh District Council a la par que se graduaba en la universidad y se dedicaba a la escritura. Su primera novela, Trainspotting, tuvo un éxito extraordinario, al igual que su adaptación cinematográfica. Fue publicada por Anagrama, como también sus títulos posteriores: Acid House, Éxtasis, Escoria, Cola, Porno, Secretos de alcoba de los grandes chefs, Si te gustó la escuela, te encantará el trabajo, Crimen, Col recalentada, Skagboys, La vida sexual de las gemelas siamesas, Un polvo en condiciones, El artista de la cuchilla, Señalado por la muerte y Los cuchillos largos. De Irvine Welsh se ha escrito: «Leer a Welsh es como ver las películas de Tarantino: una actividad emocionante, escalofriante, repulsiva, apremiante..., pero Welsh es un escritor muy frío que consigue despertar sentimientos muy cálidos, y su literatura es mucho más que pulp fiction» (T. Jones, The Spectator); «El Céline escocés de los noventa» (The Guardian); «No ha dejado de sorprendernos desde Trainspotting» (Mondo Sonoro); «Además de un excelente cronista, Irvine Welsh sigue siendo un genio de la sátira más perversa» (Aleix Montoto, Go); «Un genial escritor satírico, que, como tal, pone a la sociedad frente a su propia imagen» (Louise Welsh, The Independent); «Welsh es uno de nuestros grandes conocedores de la depravación, un sabio de la escoria, que excava y saca a la luz nuestras obsesiones más oscuras» (Nathaniel Rich, The New York Times Book Review).