El señor Fitzroy Timmins y señora viven en Lilliput Street, una coqueta callecita cerca de Hyde Park. Es un vecindario muy refinado, y no es necesario decir que son de buena familia. Especialmente la señora Timmins, que es de Suffolk y pariente lejano del honorable conde de Bungay.
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Recomendación de Librosyliteratura.es, escrita por Sergio Sancor
El humor, siempre que sea inteligente y empleado con astucia, es uno de los mejores alicientes que tiene un libro para que permanezca entre sus páginas. Una cena en casa de los Timmins es, por resumirlo en esta introducción, ese humor que a mí tanto me gusta y que, aunque sea en pequeñas dosis, me hace disfrutar de un libro. Pocas son las veces que yo puedo decir esto porque, en la actualidad, tendemos a acercarnos más al chiste fácil que a un humor mucho más intricado y con más fondo del que parece. William M. Thackeray nos traslada con esta nouvelle a la casa de un matrimonio que intenta mantenerse en el estatus de siempre, pero donde las apariencias marcarán los pasos para que esa cena a la que alude el título se convierta en un fracaso absoluto. Y puede que yo haya establecido aquí los principales puntos del argumento, que haya recreado aquí la historia completa del libro, pero eso sólo es en la superficie ya que, lo importante de esta obra, no es llegar al final, sino disfrutar sin concesiones de todo lo que hay en su desarrollo y que nos dirige a través de un humor negro y sarcástico por los entresijos pueriles y absurdos de la clase alta, de sus instintos, de su lenguaje e incluso de sus excentricidades. Porque hay que tener talento para hilar fino, y no sólo eso, hay que tener verdadero talento para que el humor llegue al hueco que tiene que llegar.
De un tiempo a esta parte, aquellos que como yo se paseen por las librerías en busca de nuevas lecturas que llevarse a casa, descubrirán – algunos con más o menos asombro – que los clásicos vuelven a ser reeditados para que disfrutemos de ellos. Una especie de retorno a lo que la literatura nos ha dado y que, al parecer, siempre tiende a crearnos curiosidad. Una cena en casa de los Timmins era una obra de la que desconocía su existencia, pero teniendo como referencia de calidad los títulos de la Editorial Periférica no pensé mucho a la hora de llevarme a casa este título. Hay oportunidades que no pueden dejar escaparse. Y leer a William M. Thackeray, al menos en esta obra, es una suerte a la que todo el mundo está invitado a participar. Pocas son las veces, ya lo decía antes, en las que el humor es utilizado con el necesario talento como para que nos resulte atractivo y aquí, en esta sátira sobre las apariencias y las buenas costumbres de las clases altas, es muy posible que nos veamos convertidos, por arte y gracia de las letras, en este matrimonio que se encuentra con una cena que realmente no quieren dar y que será un completo desastre de no solucionarse los problemas de organización que han surgido. Un argumento que, si lo pensamos bien, no deja de ser sencillo pero que, precisamente por eso, da mucha más calidad a lo que leemos porque es curioso cómo se traduce en un divertimento aquello que leemos cuando está bien narrado.
¿Quién no ha vivido en sus carnes las ganas de aparentar de alguien? ¿No somos acaso el ser humano, el único animal que tropieza tantas veces en la misma piedra que al final hace que la Historia se repita? Una cena en casa de los Timmins es ironía, es esas ganas de entretener cuando nos vemos inmersos en un transporte público abarrotado, es el sarcasmo y el humor negro, es el absurdo unido con la realidad, es todo lo que William M. Thackeray quiso para que los lectores nos sintiéramos avergonzados de nosotros mismos. Porque de eso se trata, al fin y al cabo. De usar la sátira para dar a conocer los entresijos de la estupidez humana. Y en esta nouvelle lo que de verdad es relevante no es su final o su comienzo. Lo que de verdad importa en esta obra es esa capacidad de vernos reflejados en las páginas a pesar del tiempo que haya transcurrido. Porque los clásicos, como suele decirse, nunca mueren y, en ocasiones, están más vivos que nunca – por mucho que nosotros nos empeñemos en negarlo -.
El señor Fitzroy Timmins y señora viven en Lilliput Street, una coqueta callecita cerca de Hyde Park. Es un vecindario muy refinado, y no es necesario decir que son de buena familia. Especialmente la señora Timmins, que es de Suffolk y pariente lejano del honorable conde de Bungay. Como cree que su cariñoso marido, que tiene un despacho de abogados más o menos próspero, nada en la abundancia, por una vez dejó de ser la poeta de los versos imposibles, de las rimas inverosímiles, y decidió organizar una cena con lo más exclusivo de la vieja sociedad londinense. Sí, quiso demostrar que en su pequeño pero confortable hogar de dos salones podía celebrar la mejor velada de la ciudad. ¿Veinte personas en una mesa donde tan sólo caben diez? ¿Qué hacer con las viejas amistades si no están «a la altura»? ¿Cómo proceder con los familiares menos favorecidos? ¿Y cómo conseguir vajilla para tanta gente? ¿Y el servicio? ¿Cocinero y mayordomo de alquiler entonces? Ay, las ínfulas de Rosa Timmins no pertenecen sólo a aquella época, son también de la nuestra, quizá de alguno de nuestros vecinos, de alguno de nuestros conocidos. Chesterton decía que no puedes leer una página de Thackeray sin esbozar una sonrisa: aquí tienen los lectores un buen número de ellas. Es más, muchas veces no son sólo sonrisas, sino pura risa. La risa de aquel tiempo y de este tiempo. La buena literatura de cualquier época, ya lo sabemos, nos habla, sobre todo, de nuestro presente.
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Soft Cover. Condición: As New. Los Timmins viven en un vecindario muy refinado, y no es necesario decir que son de buena familia. Ella, que cree que su cariñoso marido tiene un despacho de abogados próspero y nada en la abundancia, decidió organizar una cena con lo más exclusivo de la vieja sociedad londinense. Quiso demostrar que en su pequeño hogar podía celebrar la mejor velada de la ciudad. ¿Veinte personas en una mesa donde tan sólo caben diez? ¿Qué hacer con las viejas amistades si no están «a la altura»? ¿Cómo proceder con los familiares menos favorecidos? ¿Y cómo conseguir vajilla y servicio para tantos? ¿Cocinero y mayordomo de alquiler? Ay, las ínfulas de Rosa Timmins no pertenecen sólo a aquella época, son también de la nuestra, quizá de alguno de nuestros vecinos, de alguno de nuestros conocidos. Nº de ref. del artículo: 000232
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Condición: New. Idioma/Language: Español. No sólo en la actualidad se aparenta ser lo que no se es realmente. Una joyita literaria del siglo XIX nos lo cuenta con gran humor. *** Nota: Los envíos a España peninsular, Baleares y Canarias se realizan a través de mensajería urgente. No aceptamos pedidos con destino a Ceuta y Melilla. Nº de ref. del artículo: 13561760
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Rustica (tapa blanda). Condición: New. Estado de la sobrecubierta: Nuevo. 1. El señor Fitzroy Timmins y señora viven en Lilliput Street, una coqueta callecita cerca de Hyde Park. Es un vecindario muy refinado, y no es necesario decir que son de buena familia. Especialmente la señora Timmins, que es de Suffolk y pariente lejano del honorable conde de Bungay. Como cree que su cariñoso marido, que tiene un despacho de abogados más o menos próspero, nada en la abundancia, por una vez dejó de ser la poeta de los versos imposibles, de las rimas inverosímiles, y decidió organizar una cena con lo más exclusivo de la vieja sociedad londinense. Sí, quiso demostrar que en su pequeño pero confortable hogar de dos salones podía celebrar la mejor velada de la ciudad. . Veinte personas en una mesa donde tan sólo caben diez? Qué hacer con las viejas amistades si no están a la altura ? Cómo proceder con los familiares menos favorecidos? Y cómo conseguir vajilla para tanta gente? Y el servicio? Cocinero y mayordomo de alquiler entonces? Ay, las ínfulas de Rosa Timmins no pertenecen sólo a aquella época, son también de la nuestra, quizá de alguno de nuestros vecinos, de alguno de nuestros conocidos. Chesterton decía que no puedes leer una página de Thackeray sin esbozar una sonrisa: aquí tienen los lectores un buen número de ellas. Es más, muchas veces no son sólo sonrisas, sino pura risa. La risa de aquel tiempo y de este tiempo. La buena literatura de cualquier época, ya lo sabemos, nos habla, sobre todo, de nuestro presente. LIBRO. Nº de ref. del artículo: 902654
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