El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes es considerado universalmente como el mejor trabajo de ficción jamás publicado. Eso lo sabemos todos. Todos conocemos también las razones, que no son pocas. No todos sabemos que el Quijote sirvió de inspiración para libros tan disimiles como 1984, la obra maestra de George Orwell, o Las aventuras del barón de Münchhausen. Incluso el más reconocido autor inglés de todos los tiempos, William Shakespeare, dejó constancia de la influencia quijotesca en su obra Cardenio.
Era de esperarse, claro está, que Don Quijote sirviera de inspiración a numerosos autores, ensayistas, músicos y académicos. Como pasa con todas las ideas geniales que hablan de ideales universales y virtudes inmortales; como pasa con esas historias que una vez descubiertas, una vez saboreadas, no pueden más que definirnos como personas y recordarnos ideales que nunca debimos olvidar; son muchos quienes no tienen suficiente con leer (y releer) la obra maestra de Cervantes sino también deben expresar a través de su arte las marcas, y más que marcas cicatrices, que el Quijote les dejó en el alma.
Así Andrés Trapiello se imagina el rumbo que siguieron los personajes de la obra de Cervantes al fallecer Alonso Quijano en Al morir Don Quijote o Miguel de Unamuno nos regala con una visión casi imprescindible para entender a Cervantes en Vida de Don Quijote y Sancho.
Y es que aunque el Quijote significa algo distinto para cada uno de quienes lo han leído, para todos también significa lo mismo: la fortaleza inquebrantable del espíritu humano. Fortaleza que llevó a Rubén Darío a escribir "Letanías de nuestro señor Don Quijote", una de sus más hermosas poesías, publicada en Cantos de vida y esperanza, los dejo con un extracto.