El Vagabundo - Tapa blanda

Eligió uno de los panteones más antiguos, empujó la verja y esta cedió con un rechinar siniestro. Bajó el pequeño tramo de escaleras y fijó sus ojos en los nichos. Había dos todavía sin ocupar. Uno estaba en la parte superior de la hilera de la izquierda y otro en la inferior de la derecha. Al parecer, la familia López/Araquistáin era muy longeva porque la larga lista de nombres indicaba que casi todos los difuntos habían vivido más de ochenta años, y eso a primeros del siglo XX. Metió los cartones en el nicho vacío en lo alto, a la izquierda y se acomodó en el hueco. Aunque seguía haciendo frío, en aquel agujero era más soportable, y, sobre todo porque estaba al resguardo del viento que había estado soplando del norte todo el día. Se subió el cuello de la vieja zamarra y apoyó la cabeza en la bolsa que había colocado como almohada. Con un poco de suerte, pronto se dormiría. Dentro del panteón el silencio era absoluto y eso siempre ayudaba a conciliar el sueño. Mientras su mente divagaba en busca de un sueño que le alejara por unas horas del infierno de la vida, no pudo evitar el pensar en sus compañeros de dormitorio. ¿Quiénes serían?, ¿qué historias podrían contar?, ¿cómo habrían transcurrido sus vidas?