Siglo XXI La era de la felicidad - Tapa blanda

Reseña del editor

La inactividad social, el conformismo, no debe ser hoy, para nadie en este país (ni en ningún país del mundo), una opción. La ignorancia y más, el desconocimiento intencionado, la indiferencia, debo declarar que son, hoy, para mí, actitudes vergonzantes. Si el modo en el que interactúas socialmente se reduce a soportar lo que encuentras y a protestar en las reuniones con amigos; si tu única intervención se reducirá a depositar un voto en unas elecciones..., tal vez sea más positivo para todos que, ni tan siquiera, llegues a expresar esa inopinada opinión. Desconocer la sociedad en la que te desenvuelves, consciente de que lo haces, es una alternativa más que censurable, es condenable. No puedes limitarte a vivir sin más en un país en el que, mal que bien, encontraste (sin tener que luchar por conseguirlos), unos derechos que millones de otros hombres, ahora, en este planeta, no tienen y que muchos más no tuvieron la oportunidad de disfrutar en el pasado. Y comportarte con esta realidad como si fueras una garrapata (en lugar de un ser humano), chupando y sin dar a cambio nada, sin hacer nada, sin intentar contribuir a que este mundo sea un mundo mejor (o al menos igual) para quienes te sucedan... (como hicieron quienes te precedieron...) ... eso no es lícito, honrado, honesto. Todos, absolutamente todos, hemos heredado este presente, el que tenemos..., y todos tenemos la obligación moral de dejar otro mejor... a quienes nos sucedan... (y recuerda que te sucederán tus hijos..., si los tienes). Son demasiadas las realidades de nuestra sociedad que ignoramos. Y, en consecuencia, son demasiados quienes, en este orden de cosas, responderán a preguntas cruciales con respuestas como las que siguen: “alguien lo habrá ya pensado, supongo”, “eso ya lo tendrán solucionado / previsto”, “seguro que son conscientes y que lo arreglarán cuando llegue el momento” ... La ignorancia e inacción intencionadas no son nada honorables, insisto; aunque tal vez el principal problema no se circunscriba sólo a nosotros; puede derivar de una inercia cultural, educacional, que traza caminos, caminos que los medios de comunicación allanan e incluso asfaltan, convirtiéndolos en cómodas carreteras. Y cuando ves que todos circulan por ellas, que nadie osa abandonarlas, plantearte, sin más, trazar otra vereda, por un terreno agreste, para dirigirte hacia otro lado... esto es algo que se adivina inútil, insensato, poco inteligente...: lo lógico, lo natural, es seguir a la manada; ¿si todos caminan por aquí, por qué dudar de que ésta vía conduzca al destino correcto?