Escritor disruptivo - Tapa blanda

Lo normal es que no seamos conscientes de los mecanismos que utiliza nuestra mente para producir conceptos de arte, ya que se trata de un proceso natural que ocurre en el interior de nuestro cerebro, con escasa presencia de nuestro yo consciente. El punto es que por alguna razón desconocida, nuestro cerebro de manera cotidiana no siempre pone en marcha alguno de los mecanismos que producen ideas detonantes, ya que hay aleatoriedad en el funcionamiento del proceso creativo. Nuestro cerebro utiliza, en forma intermitente, los mecanismos que posibilitan la elaboración de ideas propicias para escribir textos literarios originales. Por lo tanto, si queremos ser más creativos podemos conocer y utilizar alguna metodología que nos pueda permitir el acceso a pensamientos novedosos en forma sistemática. En esta obra manejaremos diversos planteamientos para provocar lo inesperado. En la inteligencia de que al ignorar los límites y no ceñirnos a una forma o estructura predeterminada, haremos que lo posible adyacente desborde la realidad y la invada. Las ideas disruptivas surgen de las contradicciones eternas entre lo antiguo y lo de último minuto, lo que va surgiendo y lo que queda atrás. Son el resultado de merodear lo inexistente, lo espontáneo que debe escapar a lo efímero. La magia de lo que no existe aún, pero que se está gestando en algún lugar de nuestro cerebro, es y no es, al mismo tiempo, real, ya que las ideas que aparecen en el imaginario, si no las atrapamos y las traemos al consciente, el privilegio de conservarlas se pierde, se esfuman en los tinglados de la mente. ¡PLOP!

Ricardo A. Robles ha sido un creativo intermitente e inesperado en música, literatura y arteología, estudioso de diversas áreas académicas e incursionador de empresas varias, gusta de irrumpir en conceptos de arte y proponer ideas detonantes de “realidades burbuja” que pueden volar entre el arte actual o romperse y convertirse en otras propuestas alternas. Suele, también, inventar palabras e ideas que nacen de la necesidad de explorar el universo impalpable y confuso, en el que se desenvuelve como una especie de “transformador de realidades”, las cuales al caer bajo el efecto distorsionador de su pensamiento disruptivo, suelen convertirse en concreciones posibles; elaborando un puente entre la magia de lo posible adyacente y el accionar que fluye y permite trasladar ocurrencias mentales al mundo real cotidiano.