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Texto del prefacio: 'Prefacio Un leitmotiv concluía alguna de las conversaciones que aquí se recogen: '¿Se ha dado cuenta? Siempre a trompicones'. Estábamos en 1982, Jean Prouvé tenía ochenta y un años, y estaba rendido. Ese otoño, Jean-Paul Robert y yo preparábamos la exposición Jean Prouvé, l'imagination constructive [Jean Prouvé, la imaginación constructiva], un proyecto que había surgido de la iniciativa de François Chaslin y que se inauguraría el 27 de febrero de 1983 en el Institut Français d'Architecture. Era la primera iniciativa importante que tenía lugar en Francia después de la que había comisariado Ionel Schein en el Musée des Arts Décoratifs de París en 1964. Estas conversaciones debían contribuir al propósito de la exposición y quizás, de quedar plasmadas en una publicación. No fue así,1 del mismo modo que tampoco se realizó el vídeo que habíamos pensado: '¿Un vídeo? Pero, ¡os habéis vuelto locos! Vais a gastaros todo vuestro dinero en mí. Para eso tendría yo que tener un día inspirado...'. Y Prouvé estuvo inspirado. Entró en el juego igual que noso-tros. Durante dos meses, de mediados de octubre a principios de diciembre, nos reunimos prácticamente cada semana, en la calle Blancs-Manteaux de París o en su casa en las alturas en Nancy, al pie del Haut du Lièvre. Cuando estábamos en su casa, esa casa que él describía como hecha con cosas de aquí y allá, ese lugar maravilloso con las paredes cubiertas con lienzos de su padre, y de sus amigos -recuerdo también un móvil de Alexander Calder-, en ese ejercicio de estilo que pretendía no serlo en absoluto, Madeleine Prouvé estaba algunas veces presente. De vez en cuando aportaba precisiones, fechas, nombres o algún comentario a las observaciones de su marido. Ella había sido alumna de Victor Prouvé, padre de Jean y fundador de la École de Nancy junto con Émile Gallé. Madeleine conocía perfectamente esa historia2 y también la de Jean. Depositábamos el magnetofón en una mesa, delante de nosotros, pero rápidamente lo olvidábamos, hasta el punto de que, en dos ocasiones, nos olvidamos de darle la vuelta a la cinta. Tomábamos notas. De vez en cuando, Prouvé cogía un lápiz para dibujar un sistema constructivo o explicar algún procedimiento. Se expresó así a lo largo de una buena decena de horas, sin preocuparse por la cronología, con largas digresiones, con incisos sobre tal o cual cosa, u observaciones afiladas, regresando con frecuencia a los años de Maxéville y al tema de la pérdida de su fábrica. Habló durante horas, lenta, pausadamente, dejando caer de vez en cuando alguno de sus famosos comentarios, ambiguos y con la sonrisa de medio lado. De ese modo recorrió toda su vida: casi un siglo. El reconocimiento llegaba tarde y, con él, los recuerdos que en algunos casos relataba con viveza. ¿Era ese el motivo de la ausencia de Prouvé el día de la inauguración de la exposición? Enfermo ya entonces, murió casi exactamente un año después, el 23 de marzo de 1984. Es inútil aportar comentarios al contenido de estas páginas, algunas de ellas brillantes. Tan sólo creo necesario efectuar algunas precisiones. Se tuvo que realizar un considerable trabajo de reorganización cronológica, que siempre se ajustó al estricto respeto por lo que se había dicho. Se 'tejieron de nuevo' los temas que se abordaron en diferentes ocasiones, ateniéndonos a la mayor fidelidad posible. A petición del propio Prouvé, se suprimieron algunas consideraciones que le parecían demasiado severas. De la conferencia que impartió en el Centre Pompidou el 18 de febrero de 1981 y de la película Jean Prouvé, constructeur realizada por Guy Olivier y Nadine Descendre para Antenne 2, tomé prestadas seis citas que resultaban especialmente útiles para clarificar algunos aspectos de su pensamiento. Por último, se volvieron a transcribir dos pasajes a partir de cuadernos de notas y de recuerdos relativos a sus inicios profesionales como herrero y al papel que desempeñó como presidente del jurado del Beaubourg, que se convertiría en el Centre Georges Pompidou. Persisten, sin embargo, ausencias y nebulosas; uno de los silencios más flagrantes es relativo al papel que jugó Prouvé en el seno de la Union des Artistes Modernes. Una vida no se resume en diez horas de conversaciones. No obstante, detrás de estas líneas se dibuja una persona, un creador y una época. Armelle Lavalou' |
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