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John Grisham La apelacion (Spanish Edition) ISBN 13: 9789707808904

La apelacion (Spanish Edition) - Tapa blanda

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9789707808904: La apelacion (Spanish Edition)
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En el estado de Mississippi el bufete de abogados formado por el joven matrimonio Wes y Mary Grace Peyton gana un pleito contra Krane, una gran empresa quimica. El jurado la condena por contaminar las aguas de una ciudad al deshacerse sin ninguna proteccion y durante anos de los residuos toxicos de la fabrica. Como consecuencia han muerto muchas personas y se ha detectado un gran numero de casos de cancer (un indice 15 veces superior al promedio nacional). El agua del grifo esta totalmente contaminada y resulta toxica hasta para lavarse. El jurado y el juez adjudican una compensacion de 41 millones de dolares a una mujer cuyo hijo y marido han fallecido de cancer. Los abogados, Wes y Mary Grace, han invertido todos sus bienes en la defensa de este caso: han vendido su casa, deben dinero al banco, sueldos a sus empleados... Esta enorme cantidad significa el final de todos sus problemas financieros y tambien significa que al fin se ha hecho justicia en la ciudad. Cientos de nuevas demandas de personas afectadas se presentaran dado el exito de este caso. Pero el fallo del tribunal es solamente el principio de la batalla. Si Krane Chemicals acepta pagar esta cantidad, esto significaria el principio de su ruina. Apelaran y no estan dispuestos a perder. Con este fin contactan con Troy-Hogan, una empresa especializada en procesos electorales: lo que necesitan ahora para garantizar el exito de la apelacion es conseguir un juez del Tribunal Supremo que simpatice con los intereses de las grandes empresas. En este momento la jueza Sheila McCarthy tiene que presentarse para su reeleccion y ella da por sentado que esta sera automatica. Sheila es una jueza conciliadora, equilibrada, objetiva y sin prejuicios politicos: justo lo contrario de lo que Krane Chemicals busca. Troy-Hogan comienza a actuar por una cantidad altisima de dinero a cambio de la cual ofrecen una garantia casi total de exito. La empresa elige a su propio candidato al Tribunal Supremo, un joven conservador, sin experiencia pero ambicioso y, sobretodo, muy manipulable. Esta totalmente dispuesto a favorecer los intereses de los grandes negocios si puede beneficiarse de sus favores. Ron Fisk es su candidato perfecto: nunca habia sonado con convertirse en juez y esta muy impresionado por sus nuevos mentores y los inagotables recursos con los que cuentan para invertir en su eleccion.

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About the Author:
John Grisham is the author of thirty novels, one work of nonfiction, a collection of stories, and six novels for young readers.
Excerpt. © Reprinted by permission. All rights reserved.:
1
    El jurado estaba listo.
     Después de cuarenta y dos horas de deliberaciones, que siguieron a setenta y un días de juicio con más de quinientas treinta horas de declaraciones prestadas por cuarenta y ocho testigos, y después de pasar una eternidad sentados en silencio mientras los abogados discutían, el juez los reprendía y los asistentes observaban como halcones a la caza de señales reveladoras, el jurado estaba listo. Encerrados en su sala, aislados y a buen recaudo, diez de ellos firmaron el veredicto satisfechos mientras los otros dos ponían mala cara en un rincón, apartados y desanimados por no haber impuesto su postura. Hubo abrazos, sonrisas y mutuas felicitaciones por haber sobrevivido a aquella pequeña guerra y poder, por fin, volver orgullosos a la palestra con una decisión tomada gracias a su absoluta determinación y a la búsqueda tenaz de un acuerdo. La pesadilla había llegado a su fin y ellos habían atendido su deber cívico. Habían cumplido de sobra con su obligación. Estaban listos.
     El presidente del jurado llamó a la puerta e interrumpió de un sobresalto el sueño de Uncle Joe. El viejo alguacil los había custodiado y, al mismo tiempo, se había encargado de las comidas, de oír sus quejas y de transmitir discretamente al juez sus mensajes. Se rumoreaba que de joven, cuando todavía tenía buen oído, Uncle Joe incluso escuchaba a escondidas las deliberaciones del jurado a través de una puerta de pino muy fina que él mismo se había encargado de escoger e instalar. Sin embargo, los días de escuchar habían quedado atrás y, tal como le había confesado a su mujer, y a nadie más que a ella, después de la tortura en que se había convertido aquel juicio en particular, colgaría su vieja arma de una vez por todas. La presión de controlar a la justicia estaba acabando con él.
    —Fantástico. Iré a buscar al juez —dijo con una sonrisa, como si el juez se encontrara en las entrañas del juzgado esperando una llamada de Uncle Joe.
    En realidad, y según la costumbre, fue en busca de una secretaria judicial, a quien le comunicó la buena noticia. Era muy emocionante: el viejo palacio de justicia nunca había acogido un litigio ni tan largo, ni tan importante. Habría sido una pena acabar sin llegar a una decisión.
    La secretaria llamó con suavidad a la puerta del juez y entró en el despacho.
    —Tenemos veredicto —anunció ufana, como si ella personalmente hubiera participado en las negociaciones y le ofreciera el resultado como un regalo.
    El juez cerró los ojos y dejó escapar un profundo suspiro de satisfacción. Esbozó una sonrisa feliz y nerviosa de auténtico alivio, como si no diera crédito a lo que acababa de oír.
    —Reúna a los abogados —dijo al fin.
     Después de casi cinco días de deliberación, el juez Harrison había aceptado la posibilidad de tener que disolver el jurado por no ponerse de acuerdo, su peor pesadilla. Tras cuatro años de demandas enérgicas y cuatro meses de juicio enconado, la perspectiva de un empate le ponía enfermo. No quería ni imaginarse tener que empezar todo otra vez, desde el principio.
    Se calzó sus viejos mocasines, se levantó de un salto son riendo de oreja a oreja como un niño y fue en busca de la toga. Por fin había acabado el juicio más largo de su variopinta carrera.
    La secretaria llamó primero a Payton & Payton, un bufete local de abogados formado por un matrimonio que había tenido que trasladar las oficinas a un local comercial abandonado, en un barrio alejado del centro de la ciudad. Un pasante contestó al teléfono, la escuchó unos segundos y colgó.
    —¡El jurado ya tiene veredicto! —gritó.
     Su voz resonó por el cavernoso laberinto de diminutos cubículos provisionales y sobresaltó a sus colegas. Volvió a gritarlo mientras se dirigía corriendo al Ruedo, donde todos sus compañeros ya acudían sin perder tiempo. Wes Payton ya estaba allí y cuando su mujer, Mary Grace, entró a toda prisa cruzaron una fugaz mirada cargada de miedo y desconcierto irrefrenables. Dos pasantes, dos secretarias y una contable se reunieron alrededor de la alargada y abarrotada mesa de trabajo, paralizados, mirándose embobados a la espera de que alguien dijera algo.
    ¿De verdad se había terminado? Después de haber esperado una eternidad, ¿acababa así sin más? ¿De manera tan imprevista? ¿Con una llamada de teléfono?
    —¿Qué os parece una breve oración en silencio? —propuso Wes, y todos enlazaron sus manos hasta formar un estrecho círculo y rezaron como nunca lo habían hecho.
    Dirigieron todo tipo de ruegos a Dios todopoderoso, pero la petición común fue la de depararles una victoria. Por favor, Señor, después de tanto tiempo, de tanto esfuerzo, dinero, miedo y dudas, por favor, te ruego que nos concedas una victoria divina. Sálvanos de la humillación, la ruina, la bancarrota y muchísimos otros males que acarrearía un veredicto encontra.
     La segunda llamada de la secretaria judicial fue al móvil de Jared Kurtin, el artífice de la defensa. El señor Kurtin es taba echado relajadamente en un sofá de cuero alquilado en su despacho provisional de Front Street, en el centro de Hattiesburg, a tres manzanas de los juzgados. Leía una biografía mientras mataba el tiempo a setecientos cincuenta dólares la hora. La escuchó sin inmutarse y colgó el teléfono con fuerza.
    —Vamos. El jurado está listo.
     Sus soldados uniformados con traje oscuro reaccionaron de inmediato y formaron para escoltarlo por la calle hacia una nueva victoria aplastante. Marcharon sin más, sin encomendarse a nadie.
    También se realizaron llamadas a otros abogados, luego a los periodistas, y al cabo de unos minutos la noticia ya estaba en la calle y se extendía a toda velocidad.

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  • EditorialPlaza Janes
  • Año de publicación2008
  • ISBN 10 970780890X
  • ISBN 13 9789707808904
  • EncuadernaciónPaperback
  • Número de páginas248
  • Valoración
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