Reseña del editor:
«Será el primer caso, creo, de novela en que se hace burla de la heroína y de su galán. Pero la ironía no perjudica al pathos; al contrario, la ironía subraya el aspecto patético», escribió Gustave Flaubert en el largo proceso de redacción (1851-1856) de La señora Bovary. Alarmados por su «invencible tendencia al lirismo», algunos amigos le habían aconsejado centrarse en «un tema banal, uno de esos sucesos que abundan en la vida burguesa». Al final, tanta sujeción al «tema banal» y tanta refutación del «lirismo», volcadas en la historia de un adulterio en una ciudad de provincias, escéptica ante el espíritu romántico tanto como ante el científico, le valieron un proceso por «ofensa a la moral y a la religión». No han dejado desde entonces de correr ríos de tinta en torno a La señora Bovary, que hoy presentamos en una nueva traducción de María Teresa Gallego Urrutia. Defendida en su día por Baudelaire y Sainte-Beuve («Flaubert maneja la pluma como otros el escalpelo»), reivindicada por Zola y el naturalismo, rescatada por Sartre y los autores del nouveau roman, admirada por Nabókov por su «incomparable imaginación plástica», es aún hoy un modelo central de lo que debe y no debe ser una novela.
Biografía del autor:
Gustave Flaubert nació en Ruán en 1821, hijo del cirujano jefe del Hôtel (hospital) Dieu. Empezó estudios de Derecho en París, donde trabó, más bien, amistades artísticas y literarias; después de una crisis epiléptica, dejó la carrera y volvió a Ruán. En 1843 empezó a escribir la primera versión de lo que luego sería La educación sentimental (Alba Clásica núm. liv) y un año después se instaló en Croisset, decidido a consagrarse al «culto fanático del arte». Mantuvo contacto con el círculo literario parisino y en 1846 inició una relación de nueve años con la poeta Louise Collet, que generaría una de las correspondencias más copiosas y célebres de la historia de la literatura. Entre 1849 y 1862 viajó por Oriente Próximo e Italia. En 1851 inició la redacción de La señora Bovary, que se publicaría cinco años después, acarreándole un proceso judicial del que saldría absuelto. El proceso, sin embargo, aseguró el éxito del libro. Publicaría luego la novela histórica Salambó (1862), La educación sentimental (1869), La tentación de san Antonio (1874) y Tres cuentos (1877): los únicos textos, de las más de ocho mil páginas que escribió, que permitió, en su afán perfeccionista, que vieran la luz pública. Murió en 1880 en Canteleu, dejando inacabada la novela Bouvard y Pécuchet, que se publicaría en 1881.
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