Reseña del editor:
JUAN VALERA Y ALCALÁ-GALIANO, nació en Cabra, provincia de Córdoba, el 18 de octubre de 1824. Descendía de estirpe aristocrática y su madre era marquesa de la Paniega. Su padre, un liberal de profesión marino retirado, fue nombrado, al morir Fernando VII, gobernador de Córdoba. Valera entró en el seminario conciliar de Málaga y estudió la carrera de derecho en Granada y Madrid. Ingresa en el cuerpo diplomático en 1847 y es destinado a Nápoles para trabajar como agregado del duque de Rivas. En 1849 fue nombrado agregado en Lisboa y de allí fue trasladado a Rio de Janeiro. Luego pasó a desempeñar el cargo de ministro plenipotenciario en Dresde (1853-54) para terminar viajando a Rusia como secretario del duque de Osuna (1856-57). En 1858 llega a ser diputado por Archidona y, aunque su obra literaria no es por esas fechas lo suficientemente consecuente, es elegido miembro de la Real Academia en 1867. Todo ello no es sino el principio de una brillante carrera política, literaria y diplomática. Manuel Azaña dijo de él: “El conservadurismo social, el liberalismo político, trazan los límites que nunca franqueó”. En toda su obra se halla el marchamo de la ironía y el escepticismo. “Pepita Jiménez” es la contribución de Valera al debate sobre el krausismo, del que tomó la defensa frente a los atrabiliarios ataques del partido clerical. Se trata de una novela epistolar sustentada en el supuesto hallazgo de un legajo de papeles manuscritos perteneciente a un deán, a través de cuya correspondencia se nos desvela la evolución sicológica del seminarista Luis de Vargas, hijo natural de don Pedro, terrateniente andaluz. De regreso a su pueblo, se encuentra con que su padre se halla enzarzado en la pretensión a la mano de una joven viuda, Pepita Jiménez. El interior del muchacho se erige en arena en la que vienen a enfrentarse su antiguo fervor místico y el naciente y cada vez más avasallador amor por la hermosa viuda.
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