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  • Encuadernación de tapa dura. Condición: Bien. La Biblioteca de La Nación (Buenos Aires, 1901-1920) nació, como revela el título de esta colección, en el ámbito de la prensa gráfica argentina, la cual se hallaba en plena expansión a comienzos del siglo XX. Tal pertenencia explica en parte la eficacia de su circuito de difusión de libros y, por ende, el éxito del emprendimiento, sustentado en el uso de métodos publicitarios renovados, y también en la multiplicación de las agencias del diario La Nación, propiedad de la familia Mitre y fundado en 1870 por el general Mitre, militar, dirigente político liberal y presidente de Argentina (1862-1868). Su dependencia respecto al periódico se advierte en otros dos aspectos de la colección: por un lado, las posibilidades técnicas que este brindaba para la impresión de los volúmenes. Por otro, la explotación del recurso al género novelesco en formato de folletín que, como se sabe, había sido determinante para que sectores más amplios de las poblaciones, en especial urbanos, incorporaran la lectura de la prensa a sus hábitos culturales, multiplicando así las ventas de periódicos. Bajo estas condiciones de crecimiento de la demanda, la empresa familiar propietaria del diario modernizó sus medios técnicos de impresión importando linotipos, y anunció casi simultáneamente una oferta semanal de obras literarias que serían vendidas junto con el diario. El motivo presentado durante la campaña publicitaria del mes anterior a la salida del primer tomo era que el proyecto permitía destinar a los obreros EDI-RED Margarita Merbilhaá: Semblanza de BIBLIOTECA DE LA NACIÓN 2 tipográficos a la producción de los volúmenes de la colección, ya que quedaban sin tareas debido a la renovación de las maquinarias gráficas. La organización del catálogo fue encomendada al administrador del diario, José María Drago, y al escritor Roberto Payró, quien era responsable de la sección bibliográfica. Entre los fundamentos, se destacaba el carácter accesible de la colección (bajo el lema «al alcance de todos») y la actualidad de los títulos, en línea con la literatura que ya promovían los periódicos: se optaba por editar narraciones y muchas obras de reciente aparición en algunos casos ésta llegó a ser contemporánea a su salida en los periódicos franceses. No faltaba por supuesto el fin altruista, al publicitarse la flamante Biblioteca Popular como una oferta de entretenimiento culto que, siendo un «vasto medio de cultura», venía a continuar el papel activo que se preciaba de cumplir el diario en la «difusión intelectual de la República». Esta modernidad de la empresa también se advierte en los aspectos gráficos de los volúmenes, ofrecidos en dos formatos: uno rústico, encuadernado en tapa de papel blanco, que incluía un diseño vegetal en estilo Art Nouveau, con varios dibujos, y otro más cuidado, encuadernado en tela de color verde, azul o marrón, con letras doradas y líneas orgánicas. En cuanto al precio de venta, la edición rústica costaba 40 centavos para los suscriptores (50 para el público en general) y aquella más cuidada, 1 peso. La primera tenía el mismo costo que un almanaque y el abono mensual a la Biblioteca era equivalente al del periódico. Sabemos que el éxito de la empresa fue inmediato por la repercusión que tuvo en la mayoría de los periódicos de la capital repercusión que el propio diario se encargó de reproducir como así también por las noticias sobre el agotamiento del primer número. A lo largo de diecinueve años, la Biblioteca de La Nación publicó cuatro títulos mensuales, conformando un total de 875 números. Las ediciones contaban con un prólogo, escrito la mayoría de las veces por el mismo Payró al menos mientras fungió como director de la colección, hasta 1907. La conexión con los lectores constituyó una dinámica continua del emprendimiento si se tiene en cuenta no sólo estos prólogos sino también, por una parte, el anuncio de un concurso de manuscritos para ser publicados dentro de la colección, durante el mismo mes de lanzamiento de la.